¿Qué dicen de nosotros?

Mi visita al Hogar de las Niñas «Ma Sarada Shishu Tirtha», fue una de las cosas que más me conmovió de mi estancia en Calcuta. Tardamos 10 horas en ir y volver. Eran solo ciento y «pico» km., pero tuvimos que ir en coche porque cargábamos mucho peso como para ir en tren, en cuyo caso hubiese sido sólo una hora larga…
Según Macu, la amiga que nos llevó, jamás antes, en los 14 años que lleva yendo, había visto un tráfico así. Menciono esto porque, pese a la odisea, mereció la pena, sin ninguna duda, ¡¡¡¡mereció la pena!!!!
Al llegar, se ve un recinto amplio, rodeado de campo, donde viven las niñas, más de 200, traídas de tribus, de las aldeas donde su futuro era inexistente, de hecho, ni siquiera saben hablar bengalí cuando llegan…. Impresionante la cara de felicidad de las niñas y la complicidad que había entre ellas. Todas perfectamente vestidas, peinadas y aseadas.
Las habitaciones, dentro de una sobriedad absoluta se ven muy limpias y ordenadas. Dormían de dos en dos, incluso de tres en tres, según las edades, porque el espacio y las camas que hay, dan de sí, lo  que dan.
Al entrar había algunas camas donadas recién llegadas que pronto serian colocadas… Todas respetan las normas de convivencia en las habitaciones y a la hora de comer, se ayudan entre ellas, sobre todo las mayores a las pequeñas, ¡es como una gran familia!
La comida también sobria, pero completa, ese día consistía en arroz, pescado con salsa y bananas. ¡Todas van con sus platos “relimpios” a que les sirvan y después se sientan juntas en el suelo a comer! ¡Da gusto verlas!
Van al colegio y reciben apoyo extraescolar cuando salen y se les da una educación oficial que les permite tener un futuro más que digno. ¡¡¡Nos contaron de una niña que ya había estudiado enfermería!!!
Nos fuimos con pena, porque se estaba muy bien allí, pero nos llevamos las sonrisas de todas y cada una de las niñas en nuestra memoria.
No tengo duda de que me encantará volver el próximo año, en un país tan pobre como la India, ver estas cosas hacen tener esperanza, aunque sea «gotita a gotita» y todo gracias al esfuerzo, generosidad y entrega de personas como Guzman, así como de los voluntarios y por la generosidad de las personas que día a día hacen donaciones, sin las que este proyecto no podría salir adelante.

Caridad Villaescusa García-Quijada (julio-2019)

Cuando llegué al Hogar, las niñas nos saludaban desde las ventanas, bastante tímidas. Después aprenderíamos que siempre eran así. En teoría Marina y yo íbamos para enseñar todo lo que pudiéramos, desde las canciones más rebuscadas del folklore español hasta el arte de hacer pulseras. Sin embargo, a los pocos días se nos acabaron las cosas para enseñarles y empezamos a aprender. Y ellas sí que tenían para rato.
No sé si al marcharme de ahí volvía cambiada o renacida; había perdido mucho peso, tanto físico como emocional, y las razones para reír me parecían infinitas. Es una costumbre que perdemos con los años. Fueron casi trescientas razones que nos trajeron las niñas, lo veíamos en sus ganas de aprender, de estudiar, y en su incansable labor de ayudarse la una a la otra.
Desgraciadamente no puedo recordar a todas las niñas, ya sea porque nunca hablamos mucho o porque ya ha pasado tiempo, pero solo puedo decir que en ese Hogar perdido en la jungla ocurren pequeños milagros cada día que los que venimos de lejos no podemos reconocer. Primero hay que aprender. Y fue un honor poder participar durante esos días de este increíble milagro. Gracias

Berdi

Son unas campeonas, llevan casi tres meses sin ver a sus familias, confinadas en el hogar, sin poder asistir a clase, se han pasado diez días sin electricidad debido al reciente tifón que arrasó parte de Bengala, ¡y, aun así, no pierden la sonrisa ni las ganas de seguir adelante! De nuevo tenemos mucho que aprender de ellas

Junio de 2020, en la página de Facebook

Llevo tiempo pensando en escribir algo sobre mi experiencia de “voluntaria” en la India pero me cuesta sacar las palabras, ya que no quiero caer en los tópicos: “ha sido una experiencia preciosa”, “he aprendido muchas cosas de las niñas, de su manera de vivir”, etc. Está muy bien pensar en todo lo bueno que te aporta convivir un mes con todas las niñas que no tienen nada y que lo poco que tienen lo quieren compartir, te lo quieren dar y además no quieren nada a cambio, pero no debemos olvidar que no lo haces por ti, lo haces por ellas.
Voy a empezar por el principio, cuando llegué a la India, sentí un miedo horrible… el caos que se notaba en la ciudad, el calor, la cantidad de personas hablando en otro idioma que, además, no te quitan el ojo de encima, el caos en el coche de camino al hogar que terminó en muchísimas risas con mis compañeras de viaje.
Al llegar al hogar y notar la distancia que había entre donde yo estaba y mi casa, mi familia, mis amigos… sentí unas ganas tremendas de llorar. En ese momento, recuerdo pensar “no voy a ser capaz de estar aquí un mes entero” pensé que sería incapaz de adaptarme. Pero no me quiero centrar en eso, porque al día siguiente, en cuanto me levanté a las 5 de la mañana para despertar a las peques, ayudarlas con el desayuno y acompañarlas en su rezo, todos esos pensamientos desaparecieron de un plumazo. Todas las niñas bajan con una sonrisa que te dedican, aunque hayan tenido que madrugar como la que más, eso no importa, hay una persona nueva en el hogar y tiene que sentirse bien; da igual que el idioma sea completamente diferente, ellas hacen que seas una más de su hogar y así es como te sientes durante el tiempo que en el que el hogar es tu casa.
Desde que salías por la puerta de la habitación todas y cada una te saludaban con una sonrisa, con un “hello didí” o algunas veces con un “buenos días, ¿Qué tal?”. Reconozco que me hubiese encantado saber bengalí para poder comunicarme con ellas y al mismo tiempo, también creo que la experiencia hubiese perdido magia. Nunca llegué a pensar que algo tan difícil como comunicarse sin saber el mismo idioma se haría tan sumamente fácil. Como ya dije, desde que llegué todas las niñas se preocuparon por hacerme sentir una más, por acogerme y por incluirme en cada cosa que hacían, ya fuese limpiar, ver una película o jugar en el patio. Algo que me pareció impresionante es la capacidad que tienen para aprender, ya sea las canciones que nosotras le enseñábamos y que a los 5 minutos venían canturreando, como palabras sueltas que nos escuchaban.
Todo aquel que vaya al hogar se llenará de un montón de sentimientos y emociones preciosas, pero sobre todo hay que pensar la pequeña huellita que dejas en cada una de esas niñas, de las que te haces inseparable desde el momento en el que entras hasta el que te vas conteniendo las lágrimas y pensando que te quedarías muchos días más. Reconozco que yo no me acostumbré nunca a la comida, pero eso me hizo valorar muchísimo esos días en los que había algo que me gustaba, además, todas ellas están compartiendo lo suyo, su comida, su desayuno o esas limas que nos traían para echarle al arroz y que estuviese más rico.
Lo que más me llamó la atención de todo es la organización del hogar, ya que las niñas son las que se organizan entre ellas, las mayores con las pequeñas, todas y cada una saben en todo momento  qué tienen que hacer, lo hacen sin queja y SIEMPRE con una sonrisa. Valoran muchas cosas a las que nosotros ya ni les prestamos atención…
Pocas veces me encontré con enfados o con malas caras por algo, más bien era felicidad, sonrisas y seguro que muchas bromas (la cara las delata) que en la mayoría de las ocasiones ni entendíamos. ¡CUÁNTO NOS QUEDA POR APRENDER!
Hoy puedo decir, que mientras escribo estas palabras, con los ojos llenos de lágrimas, tengo el corazón lleno de sonrisas y de amor que todas estas niñas me dieron desinteresadamente. Espero que mi futuro esté en la docencia y espero poder aportar todo mi aprendizaje con estas niñas el día de mañana.
Lo que más deseo es que el hogar tenga muchísima vida, que todas y cada una de las niñas que lo conforman sean felices y que consigan alcanzar todos y cada uno de los sueños que ansíen porque se lo merecen todo.
Personalmente, ha sido una experiencia inolvidable, seguramente con situaciones difíciles o que en el momento me pudieron parecer complicadas, pero que hoy en día ni recuerdo… he aprendido muchísimas cosas y me llevo muchísimos recuerdos inolvidables.

Patricia Lago Lorenzo (julio-2018)

Decididos en nuestra causa

– El Hogar de Las Niñas –